Rocío Wittib (Buenos Aires, Argentina, 1989) es una buena amiga que dejó su país natal para aterrizar en Navarra buscando su lugar, otro lugar en el que intentar vivir mejor. O, al menos, diferente. Tiene un ojo para la observación excelente y sabe cómo ponerlo al servicio de la fotografía. De vez en cuando se deja caer por Barcelona y aprovechamos el tiempo para vernos y ponernos al día. Y hace poco, el día en que Catalunya se declaraba república independiente, estaba siendo testigo de toda nuestra movida como pueblo no escuchado por un estado español sordo, ciego y paralítico. Evidentemente, también fue testigo de nuestras internas discrepancias como sociedad. Unos días después de dejar Barcelona, me envió lo que vio y lo que sintió. Gracias Rocío.
«Muro blanco» de Rocío Wittib
25 octubre. Llego a Barcelona. Siento que estar aquí es estar oprimido entre dos signos de interrogación enormes. Todo funciona con normalidad. A simple vista la ciudad es la de siempre. Pero sé que, quienes viven aquí, han dejado de sentir la normalidad habitual. Se vive con expectación cada momento y cada paso que dan los dirigentes políticos. El Govern, el Gobierno; el Gobierno, el Govern. Dos letras hacen la diferencia, dos letras que bastan para dividir a la sociedad. Las letras, las palabras, el diálogo que no hay. El único diálogo que he visto en estos días es la agitación de banderas. Pero eso no es hablar, tal vez solo expresarse, y eso sí ha hecho la sociedad. Unos y otros, cada cual a su manera, muy diferente entre sí.
Me dirijo al metro más cercano, Les Corts, y antes de adentrarme me llama la atención una pintada pidiendo llibertat para los Jordis. Es una simple pintada con aerosol rojo pero le hago una foto. Pienso que quien escribió eso en la pared posiblemente haya sentido indignación por el encarcelamiento de Sánchez y Cuixart igual que hemos sentido muchos. Pienso que pedir libertad es pedir reflexión, derechos, justicia, respeto, y muchas otras palabras que, tengo la impresión algunos quieren destituir del lenguaje, arrancar de nuestra memoria, tal vez porque ya han olvidado lo que es la memoria. Porque no les conviene recordar ni que nadie recuerde. Pero sobre todo pienso que quien pide libertad pide ser: ser y dejar ser. Porque la libertad de uno no acaba donde comienza la del otro, sino que convive con otras libertades. Y justamente porque no acaba es que la quitan.
Dos días después volví a la misma estación de metro con la intención de acercarme al Parlament, donde votarán para la declaración de la independencia y proclamación de la república, algo que se esperaba sucediese el día 26 pero no fue así. Antes de bajar las escaleras del metro vuelvo la mirada hacia la pintada. Un aerosol negro ha tachado la palabra llibertat y ha escrito debajo a prisión. Le hago una foto. Pienso en quien ha querido corregir lo que estaba ya escrito. Pienso en las personas que están a favor de quitar la libertad a otras personas. Pienso que ha sido una reacción, y que uno reacciona cuando se siente amenazado. Pienso que pedir prisión no es pedir lo contrario a libertad, tan solo es no saber lo que es la libertad. Tal vez porque a veces confundimos una palabra y su significado con lo que nos quieren hacer creer que significa. Y eso es fácil porque el que reacciona no piensa. Responde a un estímulo, a la actuación de otro, se opone, no puede pensar. Y es así como algunos consiguen pensar por otros. Pero sin pensamiento no hay libertad, y esa es la verdadera prisión.
El último día, proclamada ya la república en el Parlament por medio de la votación de algunos partidos y puesto en marcha el artículo 155 por parte del gobierno español y sus aliados, vuelvo a pasar por la esquina de la pintada. Pensaba que la encontraría igual, o con una respuesta en rojo. Tenía la esperanza de encontrar diálogo más allá de las banderas. Pero inesperadamente no he encontrado nada. Alguien había tapado las pintadas de la pared. Alguien había dicho basta a unos y a otros. Ahora silencio. Ahora a callar. Ahora ni llibertat, ni prisión, porque no habrá nada que yo no quiera que haya, ahora lo que yo diga y se acabó. Pienso en quien reprime la expresión de otros. Pienso que esos tienen el poder de reprimir, el poder de mandar, el poder de decidir, el poder de hacer y deshacer, de dejar en libertad y mandar a prisión, de mentir y de decir que la mentira es verdad, de decir la verdad y que parezca mentira. Pienso que muchos pueden pensar que eso es libertad porque es hacer lo que uno quiera sin que nadie lo castigue, o lo que es igual, que es libre porque es impune. Pero no pienso que eso sea libertad, porque libre es quien, pudiendo ser castigado, no recibe castigo. Pienso que solo tienen poder, que ya no tienen más que eso, porque han perdido toda capacidad, fuerza, facultad y dominio. Son lo que han dejado en esa pared, algo vacío, un muro en blanco.
Rocío Wittib (Pamplona, octubre 2017)