Kenny Wayne Shepherd, el rubio de oro

Kenny Wayne Shepherd

Sábado por la tarde. La señal del satélite pixela, se congela, pixela y arranca de nuevo. Es imposible seguir con coherencia el documental sobre la inteligencia de los elefantes. Tendré que ver algo que me distraiga un rato. A ver… busquemos.

¡Ya está!

Tengo pendiente ver a Kenny Wayne Shepherd en el Summerfest de 2015. Busco el video en mi lista de conciertos enteros en YouTube —el 80% de mi consumo en esta plataforma es solo música— y le doy al play.

Este rubio, al que de pequeño le dieron un vaso con la sangre de Stevie Ray Vaughan, acabará siendo uno de los grandes del blues (si no lo es ya). Va muy en paralelo a Joe Bonamassa —los dos nacidos en 1977, trayectoria muy parecida y también fue un niño prodigio de la guitarra— pero no llega a cruzarse en su camino. Shepherd es más tosco o más sucio con la guitarra que Bonamassa pero, indudablemente, tiene más feeling. Abraza el blues con más seguridad. Lo vive más. Desde siempre, se hace acompañar de la peculiar voz de Noah Hunt que, dicho sea de paso, no tiene ni una pizca de carisma en el escenario. Parece que le pone ganas pero es un autentico pelele moviéndose en las tablas.

El concierto va vertiendo tremendos temas propios y clásicos casi sin descanso. La base rítmica está liderada por el veterano Chris Layton, miembro del Double Trouble de Stevie Ray Vaughan, y los larguísimo solos de guitarra tienen su buena replica en las teclas de Riley Osbourn.

En definitiva, buenas dos horas de blues a ritmo frenético pero que podrían ser aplastantes si a Noah le hubiera dado un cólico nefrítico y les hubiera dejado solos.


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