Tom Petty, corazón roto

Los otros animales en peligro de extinción

Cuando despierto por las mañanas, saco mi brazo izquierdo de debajo de las sábanas y enciendo la radio que tengo justo al lado. Me gusta oír hablar y que no tenga que responder. Cuando por la mañana, abren el informativo de la hora en punto con música, ya tiemblo. Primero porque, en los informativos no suelen poner música y segundo, porque si no es habitual, si es música interpretada por uno de los grandes, es que algo malo ha pasado. Si fuera porque viene en concierto, lo sabría y no me sorprendería. Y así es siempre. Cuando el martes, a las 7 de la mañana, sonó «Free fallin'» amanecí triste.

Tom Petty

Tom Petty (20 de octubre de 1950) se sumó a todo ese río de leyendas del rock que poco a poco nos van abandonando. El lunes 2 de octubre de 2017 echaba a volar en California dejando un enorme legado en una forma de entender el rock muy personal. Aparece en escena a mediados de los 70 y consigue estar activo hasta el último de sus días, 40 años después con la edad de 66 años.

Tom Petty

Tom Petty y sus Heartbreakers me capturaron en el 86 con la publicación de un directo que, aún hoy, sigo escuhando de vez en cuando porque es redondo, perfecto, lleno de energía: «Pack up the plantation». A partir de ahí, pasó a mi lista de cantantes, músicos y bandas que no encajaban mucho en mi línea de gustos musicales de la época, mucho más duros y heavys. Así, Petty, se encontraba en mi lista de trovadores junto a John Cougar Mellencamp, Bob Seger o Neil Young.

Ha muerto el rubio feo, el de la voz nasal, el tío de las Rickenbaker… Se ha ido el que compuso una de mis canciones preferidas, «Refugee»:

También se ha ido el que una vez fue Charlie T. Wilbury Jr. en un encantador y precioso proyecto llamado The Traveling Wilburys junto a Jeff Lynne, Bob Dylan, Roy Orbison y George Harrison. Muchas veces, demasiado a menudo, pienso que los Wilburys representan a toda una gran generación de músicos que han dado forma al mejor rock de todos los tiempos y que van muriéndose a medida que nos van dejando los mejores. Es como decir que cada 5 o 10 muertos del rock, se muere un Wilbury.

Se va otro de los grandes, de los Wilburys ya solo quedan dos: Jeff Lynne y Bob Dylan. El rock cada vez más huérfano.


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