La soledad compartida
Son cosas que pasan. O que me pasan. He llegado a la conclusión que tengo la cabeza llena de obsesiones. A veces, aparecen y otras no. Y esta última la debía tener oculta bajo alguna de las pocas neuronas que me quedan. Como el polvo oculto bajo la alfombra. Un día levantas la alfombra y se eleva en el aire.
Me ha dado por dibujar al ser amarillo de cabeza azul en una isla desierta. Nada original, sinceramente. Pero ¿qué haces con una obsesión aunque no sea nada original? Soltarla. Darle rienda. Dejar que fluya. Total, por ahí corren miles de cosas cero originales, mil veces vistas, que triunfan como si fuera lo mejor del mundo.
Llegados a este punto, lo mismo de siempre: ¿hasta cuándo? ¿Qué dura una obsesión? Por mi propia experiencia, hasta que empiece a aburrirme hacer una y otra vez lo mismo.
Mientras, a disfrutarlo.